martes, 29 de enero de 2013

Lesión de rodilla, la pesadilla de los deportistas

La peor lesión de cualquier de­por­tis­ta se presenta en las rodillas. Estos problemas son de distinta naturaleza y condición.

Las le­sio­nes de los me­niscos ocu­rren a cau­sa de un mecanismo de torsión o rotación de la rodilla aso­ciado a flexión in­ten­sa.

Los sín­to­mas con­sis­ten en dolor, derrames re­currentes y chas­qui­dos, aso­cia­dos a una limitación de la mo­vi­li­dad. A ve­ces los des­garros de menisco que­dan atra­pados en la ca­vi­dad ar­ti­cu­lar, con lo que la ro­di­lla queda blo­queada o “clavada”.

Si estando la rodilla flexio­nada a unos 90 gra­dos, apa­rece do­lor en la ro­di­lla cuando se realiza una rotación externa del pie, ello es signo de lesión del me­nisco in­ter­no.

EL TRA­TA­MIEN­TO

Tras una lesión de me­nisco, el de­portista de­be seguir la regla de to­da lesión de­por­tiva: re­poso, hie­lo, compresión y elevación. Es con­ve­nien­te usar muletas pa­ra evitar una sobrecarga de peso al an­dar mien­tras no ha­yan remitido el dolor y la hinchazón. En la ma­yoría de los casos el pa­ciente debe ser derivado al traumatólogo para la reparación de la lesión de menisco mediante una ar­tros­co­pia.

El tratamiento de­be pla­ni­fi­car­se de modo que per­mita ini­ciar un pro­gra­ma de rehabilitación y que el pa­cien­te pue­da re­anu­dar pron­to (se­ma­nas) la ac­tividad de­portiva.

EL LIGAMENTO LA­TERAL IN­TER­NO

El ligamento lateral in­ter­no (LLI) es el que pro­por­ciona es­tabilidad a la región in­ter­na de la ro­di­lla y suele lesionarse cuan­do a és­ta se le apli­ca una tensión ex­ce­siva o tor­ce­dura ha­cia fuera. Los des­ga­rros del li­ga­men­to la­te­ral externo son mucho más raros y están causados por un traumatismo hacia dentro dirigido hacia el interior de la rodilla.

Los desgarros del LLI se suelen asociar a una lesión del menisco interno.

EL DIAGNÓSTICO

Inmediatamente después de la lesión, el deportista suele ser aún capaz de andar un poco apoyando la pierna afectada. Normalmente, en el momento de la lesión siente dolor en la zona interna de la rodilla, y después, cuando intenta caminar, nota como si la rodilla se “tam­ba­lea­se”. El deportista con un desgarro completo del LII puede referir paradójicamente muy poco dolor al realizar las maniobras, pero al mis­mo tiempo el médico observa una importante hiperlaxitud en au­sen­cia de un diagnóstico definible. La tumefacción o el derrame articular suelen aparecer al cabo de varias horas de la lesión.

EL LIGAMENTO CRUZADO ANTERIOR

La lesión del ligamento cruzado anterior (LCA) es la patología li­ga­men­tosa más frecuente y grave de la rodilla. Esta lesión suele ocurrir después de un traumatismo directo; otras veces tiene lugar a con­se­cuen­cia de una fuerza de torsión aso­cia­da a una lesión por desaceleración. Las lesiones se observan cuando un deportista cambia de dirección al correr y experimenta un “bloqueo” brusco de la rodilla. Las lesiones del ligamento cruzado posterior (LCP) son menos fre­cuen­tes y gra­ves que las del LCA.

Están cau­sa­das por un traumatismo di­rec­to en la región antero superior de la tibia. Por ejem­plo, cuando se da una pa­tada a un karateka en la región de la rodilla mientras tiene el pie firme en el suelo, o cuando alguien cae hacia delante con la rodilla flexio­nada.

Con frecuencia el deportista nota un chasquido al lesionarse, cae al suelo notando un dolor intenso y es incapaz de seguir la competición. En un 60 a 70 por ciento de los deportistas aparece un derrame de sangre antes de 24 horas.

Para valorar una lesión del LCA pueden utilizarse varias maniobras, la más común de las cuales es la prueba del cajón anterior, que se realiza con la rodilla flexionada a 30 grados.

El explorador se arrodilla junto a la parte externa de la pierna afectada, con una mano estabiliza el muslo y, con la otra, realiza una tracción suave, pero firme, sobre la región proximal de la tibia. Si la tibia se desplaza hacia adelante, existe des­garro del LCA.

En todos estos casos, el único tra­tamiento a seguir es el quirúrgico, que demanda una recuperación que dura entre tres y seis meses hasta dar de alta al paciente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario